Como resultado del peculiarísimo fenómeno de la instalación de los germanos en la Península, no hubo vencedores ni vencidos. No existió una minoría conquistadora dominante, sino que godos y provinciales, con sus diferencias étnicas, religiosas, culturales y jurídicas, formaron dos grupos humanos que coexistieron sin superponerse, pero también sin mezclarse. Sin embargo, con el transcurso de los años eran inevitables el acercamiento y la fusión.
- La cultura romana, predominante ante la inexistente cultura goda
Los godos no poseían una cultura que pudiera enfrentarse con la romana: el latín fue pronto la lengua usada por todos, la única oficial y escrita.
- Multiplicación de los matrimonios mixtos entre romanos y bárbaros
Una constitución imperial prohibía los matrimonios mixtos entre romanos y bárbaros. Esta disposición se aplicó, al parecer, en los primeros tiempos, derogándose más tarde –con Leovigildo, o quizá mucho antes, con Eurico–. Lo cierto es que su vigencia fue perdiendo valor en la práctica y que se multiplicaron los matrimonios mixtos durante el siglo VI (el rey Teudis, por ejemplo, estaba casado con una riquísima hispanorromana, y San Isidoro fue hijo de padre provincial y de madre goda y arriana).
- De un Derecho personal a un Derecho territorial y común a todos
Los reyes godos no vacilaron en asociar a los provinciales a las tareas de gobierno: así, León de Narbona fue canciller de Eurico. Y la legislación real estuvo informada por una profunda influencia romana. Es tesis clásica, aunque recientemente haya sido discutida, que en el reino visigodo, igual que en el borgoñón, el Derecho fue personal, es decir, que cada uno de los pueblos, germanos e hispanorromanos, conservó el suyo propio; y que este régimen duró hasta el siglo VII, o al menos hasta Leovigildo, cuando, avanzado ya el proceso de amalgama social, el Derecho se convirtió en territorial y común a todos.
- Codificación del Derecho germánico: el Código de Eurico
Eurico habría sido el primero en reunir el Derecho germánico en un código, escrito para su pueblo, pero en cuya redacción habrían intervenido jurisconsultos romanos; esto explicaría los términos romanos que en él se usan y la gran cantidad de elementos de igual origen que incluye. Así considerado, el Código de Eurico, que se promulgó hacia el 475, sería un ejemplo valioso de la progresiva romanización de los visigodos y de cómo fueron perdiendo sus rasgos puramente germánicos, proceso que fue ampliándose en la legislación real posterior.
- Sube al poder Leovigildo, con importantes causas de división en la Península
Al subir al poder Leovigildo, si bien en muchos aspectos había avanzado la fusión de los distintos elementos dentro del Estado visigótico, subsistían aún importantes causas de división, como las diferencias religiosas. E, incluso la Península se hallaba lejos de constituir una unidad política.
+ Leovigildo sienta las bases de un Estado hispanovisigótico, consolida el poder real e intentá establecer la sucesión hereditaria en la Monarquía
Dando muestras de singular energía, Leovigildo se enfrentó con los problemas planteados. Sentó las bases definitivas del Estado hispanovisigótico, llevanto a cabo una profunda reorganización administrativa; consolidó el poder real, apelando no pocas veces al modelo imperial, e intentó establecer la sucesión hereditaria en la Monarquía, confiando a sus hijos Hermenegildo y Recaredo el gobierno de importantes provincias, como medio de asegurar la sucesión.
+ La labor de Leovigildo en lo relativo a la unidad territorial
Extraordinaria fue la labor de Leovigildo en lo referente unidad territorial. En varias campañas contra los bizantinos (570-572) logró arrebatarles Medina-Sidonia y Córdoba, y, con estas ciudades, toda la Andalucía Occidental; realizó expediciones contra los cántabros, sometió a los rústicos rebeldes de la Oróspeda –región que debe situarse hacia las serranías de la Alta Andalucía–, y, en 581, lo encontramos luchando contra los vascones y fundando, después de vencerlos, la ciudad de Victoriaco (Vitoria).
- Duelo entre godos y suevos
Pero el duelo fundamental de este período fue el desarrollado entre los godos y los suevos. Seguramente los dominios de la monarquía sueva no se limitaban a Galicia, extendiéndose hasta Astorga y Coimbra, cuando menos. A mediados del siglo VI se habían convertido al cristianismo. Ante el peligro godo, buscaron la ayuda de los francos y apoyaron a Hermenegildo contra su padre. Pero fue en vano: Leovigildo dirigió varias campañas contra ellos, y, tras vencerlos en Braga y Oporto, "el reino suevo, destruído", dirá lapidariamente San Isidoro, "después de haber vivido ciento setenta y siete años, pasó a manos de los godos".
- Esfuerzo para resolver la cuestión religiosa
Al mismo tiempo que llevaba a cabo esta labor de unificación territorial, realizó un esfuerzo para resolver la cuestión religiosa, que dividía a sus súbditos. Es posible que lo movieran intereses primordialmente político: bizantinos, suevos y francos, católicos todos ellos, podían encontrar un eco en los hispanorromanos, de igual confesión. Leovigildo trató de imponer la solución arriana. Hubo persecuciones, aunque no muy violentas; mas si con la presión oficial se lograron algunas apostasías, la masa de la población hispanorromana siguió siendo fiel a su fe.
Cuando el hijo del rey, Hermenegildo, convertido al catolicismo, se sublevó contra su padre y buscó el apoyo de la Bética y la alianza de bizantinos y de suevos, fueron muchos los católicos que siguieron obedeciendo a Leovigildo. La derrota de Hermenegildo (584) puede considerarse como un triunfo del poder legítimo. Y esto, unido al fracaso del ensayo de asimilación arriana determinaría el porvenir: la monarquía goda gobernaría a un pueblo espiritual y culturalmente dirigido por la Iglesia. Ya en los últimos tiempos de su reinado, Leovigildo derogó las medidas contra los católicos, preparando el camino que había de seguir su sucesor, Recaredo (586-601). La firmeza del episcopado católico, su superioridad cultural, la abrumadora mayoría católica dentro del Estado –que se intensificaba con los progresos de la fe entre los mismos godos–; la necesidad política de formar un bloque frente a los peligros externos, e incluso, en el orden interior, la conveniencia, para la monarquía, de contar con la poderosa ayuda de la Iglesia frente a la nobleza, siempre propicia a la rebelión, figuran entre las razones que impulsaron al rey a dar al problema religioso una solución opuesta a la que su padre quiso imponer. A los pocos meses de subir al trono, Recaredo se convirtió al catolicismo, y no tardaron en seguirlo el clero y el pueblo arrianos. Los movimientos de rebeldía que se produjeron fueron débiles. Falto del apoyo oficial, el arrianismo mostraba su escaso arraigo. Y el III Concilio de Toledo (589) constituyó la proclamación solemne de la conversión, que el rey veía como un acto primordialmente político, como un simple retorno al orden canónico, "para que en lo futuro brille nuestra gloria, honrada por el testimonio de la misma fe". Razón de Estado, se ha dicho, más que arrepentimiento. Pero no es menos cierto que, como afirmó San Leandro ante el Concilio, "a la discordia, en España, sucedía la unanimidad".
- Un solo pueblo, el hispanovisigótico
Comenzaba una nueva etapa. Había desaparecido el último obstáculo para la fusión, y en el siglo VII ya no hubo más que un solo pueblo, el hispanovisigótico, como no hubo más que un solo arte común de personalidad progresivamente definida, en el que se mezclaron elementos de tradición imperial y mediterránea y de tradición germánica, aunque los primeros tuvieran un claro predominio.
Y el triunfo del catolicismo significó también la preponderancia de lo hispanorromano.