Los visigodos en Hispania

La situación de Hispania comenzó a cambiar hacia el año 472, cuando la prolongada crisis política y económica del Imperio romano occidental presagiaba su inminente e inevitable ruina total. El rey visigodo Eurico (466-484), reforzando su poder y considerándose virtual sucesor de los emperadores en las tierras del occidente del Imperio, anexionó en aquel año la provincia Tarraconensis al reino tolosano, y antes de la caída del Imperio en el 476 llegó a poseer en pleno derecho -con asentimiento del emperador Nepote-, según reconocía el historiador Jordanes, las prefecturas de Hispania y las Galias, aun cuando su poder en la primera fuese más teórico que efectivo.

La nueva situación política permitió, sin embargo, el progresivo desplazamiento al sur de los Pirineos de familias godas y el incremento de enclaves militares, que se situarían probablemente en la comarca de la Tierra de Campos -los Campi Gothorum- y en otros puntos de la Meseta norte. Pero las inmigraciones más notables se produjeron treinta años después, cuando, hostilizados los visigodos arrianos por los francos católicos de Clodoveo I, y derrotados por éstos en la batalla de Vouillé o de los Campos Vogladenses, en la que murió el rey Alarico II (484-507), perdieron el reino de Tolosa casi en su totalidad (sólo la Septimania ofreció seria resistencia y quedó como reducto del reino visigodo ultrapirenaico).

Por entonces debió nacer el proyecto de restaurar el reino visigodo y fijar su nueva capital, pero en otras tierras, en la bien conocida Hispania. Así se inició el trasplante a ésta del aparato político visigodo y un proceso de expansión en Hispania.

Fuente:
Manual de Historia del Derecho (Temas y antología de textos).
Enrique Gacto Fernández, Juan Antonio Alejandre García, José María García Marín.
Página 53.